Erase una vez, en un lejano
país, un rey y una reina que vivían muy felices y estaban muy enamorados. El
rey era fuerte e inteligente y la reina sobre todo destacaba por lo hermosísima
que era; el único problema que tenían es que aún no habían tenido descendencia.
Pasados unos años la reina se
queda embarazada y da a luz una hermosa niña, el parto se complica y días más
tarde la reina muere. Antes de morir, en su lecho de muerte habla con el rey,
su marido y de pide que por favor cumpla
lo que le tiene que pedir.
Lo primero que vuelva a
casarse, que es joven y además que el reino necesita un príncipe para poder
gobernar, eso sí, la condición que le pone es que su nueva esposa sea más bella
que ella, sólo eso. Lo segundo que le pide es que cuando su hija sea más mayor
le entregue esta cadenita con los siguientes objetos: una medallita de la virgen,
una rueca de hilar y el anillo de mi boda.
El rey abatido por el dolor le
dice que sí que lo hará, que cumplirá con sus deseos, sin apenas poder pensar
en ello por la tristeza tan profunda que sentía. De tal forma que su hija crece
con escaso cariño por parte de su padre.
Cuando pasan los años los
consejeros del reino le dicen que ya es hora de buscar una nueva mujer, que
necesita descendencia para gobernar su reino en el futuro. El rey acepta pero
les indica la condición que le había expresado su esposa antes de morir. Los
consejeros buscan y buscan una mujer más hermosa q su esposa muerta, pero no
encuentran ninguna, ni entre la nobleza ni entre el pueblo, nada, su mujer
seguía siendo la más hermosa. De repente al rey le parece ver de espaldas a su
esposa, con su hermosa cabellera rubia, era su hija, que era más hermosa aún
que su madre, con lo cual decide casarse con su hija.
La hija horrorizada se va a su
cuarto y piensa cómo que se va a casar con su padre, que eso no era lo que se
quería un padre para su hija una princesa. De tal forma que le dice que ya que
no va a tener regalos de pedida de otros príncipes, le pide que le haga tres
regalos, tres vestidos: uno más dorado que el sol, otro más plateado que la
luna y otro más brillante que las estrellas; y así lo hizo tras un tiempo la
princesa tenía sus vestidos. Después se le ocurrió que quería un abrigo hecho
de todos los animales del mundo, y así fue, mandaron a cazadores por todo el
mundo y le confeccionaron un abrigo, era muy largo y grande, con una gran
capucha que le tapaba la cara. Se lo entregó a la princesa y le dijo mañana nos
casamos.
Pero esa noche el rey no podía
dormir, estaba dándole vueltas y vueltas a eso de casarse con su hija, sabía
que eran los deseos de su esposa el casarse con una mujer más bella, ¿pero con
su hija?, no podía hacerlo. Se levantó apresurado y despertó a su hija, le dijo
que no podía casarse con ella que se marchara, que se pusiera su abrigo de toda
clase de pieles y se escondiera, que buscara a un príncipe y que cuando lo
hubiera encontrado regresara a su casa y entonces ella gobernaría su reino.
Pero que no dijera a nadie nada sobre su verdadera identidad. Y eso hizo, cogió
sus tres vestidos, se puso la cadenita de su madre al cuello y con su abrigo de
toda clase de pieles se tapó y echó a correr en busca de un príncipe.
Corrió tanto tanto que se quedo
dormida y a la mañana siguiente unos campesinos le llevaron al castillo de un
príncipe, ella no se quería destapar ni decir quién era, sólo que por favor le
dejaran estar allí y a cambio trabajaría para el príncipe. Y así pasó, se supo
a trabajar en las cocinas, con el cocinero y el ayudante, un joven muy apuesto,
simpático, cariño, amable y muy considerado con ella, aunque eso sí, plebeyo.
Los días pasaban y ella seguía
tapada con su abrigo esperando ver al príncipe para poder ingeniárselas para
conquistarle; cual fue su sorpresa que en una comida conoció al príncipe y
aunque era muy guapo, se mostraba muy déspota, egoísta, vanidoso, no le gustó
nada. Continuó algunos días pero su comportamiento siguió siendo el mismo y la
forma de tratar al cocinero y a su ayudante era igual. Con lo cual se despidió
de sus compañeros muy a su pesar y decidió marcharse de nuevo a su castillo con
su padre y explicarle lo ocurrido.
Al llegar su padre se extrañó,
pero decidió no esconderla más, le haría una fiesta para que encontrara a su
príncipe y podría casarse con quien quisiera.
Cuál es su sorpresa que cuando
va a ponerse uno de los vestidos, tan sólo estaba el que era tan plateado como
la luna y además había perdido la cadenita de su madre. Estaba muy triste por
la pérdida pero no podía volver porque la fiesta iba a comenzar.
Fueron llegando invitados y más
invitados con regalos maravillosos y todos ellos grandiosos. Su padre aunque
apesadumbrado por no poder cumplir los deseos de su esposa, se encontraba
aliviado, porque al menos veía a su hija feliz y creía que había hecho lo
correcto.
La princesa estaba contenta,
aunque ninguno de los candidatos le hacía especial emoción, hasta que de
repente apareció un muchacho muy apuesto, al cual no dejaban pasar por no
pertenecer a la nobleza pero que insistió e insistió. Se dio cuenta que era el
ayudante de cocina, que llevaba con él sus dos vestidos y la cadenita de su madre,
se le había caído a la princesa en el camino y había venido a devolvérselo sin
saber que era una princesa, ni mucho menos que era tan hermosa. Le pidió la
mano al rey y le dijo que aunque no era príncipe le daría estos regalos tan
preciados para ella y todo su amor.
El rey acepta que sea ese su
esposo porque ve que realmente la quiere, que tiene buenas intenciones y que
van a ser muy felices como lo fue él con su esposa.
¡COLORÍN COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO !
ADAPTACIONES:
La adaptación estaría realizada
para alumnos de 6º de Primaria, serían los siguientes:
- El rey decide no casarse con su hija, dejarla escapar y que sea ella la que busque su futuro a pesar de lo que le había dicho su mujer. Los niños a esta edad ya pueden empezar a razonar que aunque se haya hecho una promesa, posteriormente pueden darse unos acontecimientos que hacen replantearse las cosas y que lo que ocurre a su alrededor no es blanco o negro, que hay un amplio abanico de matices, los cuales también empiezan a comprenderlos.
- La princesa se pone a trabajar en las cocinas del castillo, pero ese príncipe no le gusta, representa todos los valores opuestos a los que ella buscaba, independientemente de que sea guapo o no, era vanidoso, egoísta, déspota y ella no quiere una vida así; es valiente y decide volver a su casa e intentar hacer reflexionar a su padre. Eso es lo que queremos transmitir a los alumnos, que no nos tenemos que conformar, que hay que luchar para conseguir nuestros deseos aunque sea duro y complejo.
- Por otra parte el padre cambia de parecer, reflexiona y además se hace más flexible, se adapta a las circunstancias y reconstruye la historia para que su hija sea feliz.
- En lugar de ser los príncipes los que eligen esposas en esta ocasión es al contrario, es ella la que finalmente elige con quien casarse, la que puede valorar y tomar una decisión. Tenemos que enseñar a los alumnos a que valoren las distintas opciones que tienen en la vida, orientarles para que vayan tomando decisiones coherentes y consecuentes con sus intereses y gustos.
- Finalmente se casa con un hombre que no pertenece a la nobleza, pero que la quiere, sin saber cómo es físicamente, además que se lo demuestra devolviéndole sus objetos de valor, sin intenciones ocultas ni vanidosas; valores importantes para nuestra sociedad.
Tu cuento, a pesar de responder a valores mucho más modernos y cercanos que la versión que yo os conté, rompe con el esqueleto del relato de partida y, por tanto, no es propiamente una adaptación sino una historia inspirada en otra.
ResponderEliminarEl primer trabajo de un adaptador debe ser el de analizar los elementos clave del relato para realizar los cambios alrededor de ellos sin cambiarlos. Te recomiendo que eches un vistazo a las adaptaciones de tus compañeros y a lo que les he comentado a ellos.
En la redacción debes tener cuidado de no cambiar los tiempos de los verbos. Mezclas el presente y el pasado sin orden y, aunque este texto debe ser contado a los chicos y no leído, es imprescindible que tú, como maestra, sepas mantener una de las normas básicas de la redacción de textos escritos: la cohesión temporal.