lunes, 13 de enero de 2014

Actividad II. Borrador 2



ADAPTACIÓN DE UN CUENTO

Erase una vez, en un lejano reino, unos reyes, jóvenes, guapos, que vivían felices y muy enamorados, el único problema era que no tenían hijos para heredar el trono. La reina era bellísima, con una larga cabellera rubia y unos ojos tan azules que parecía que podías estar viendo el cielo en ellos. El rey, también era apuesto, además muy cariñoso y atento con su esposa, estaba profundamente enamorado de ella, sin embargo la inteligencia y astucia eran cualidades que no sobresalían en la personalidad del rey.

Pasaron los años y por fin la reina se quedó embarazada, pero el parto se complicó y después de dar a luz a una hermosa niña, le reina falleció. Estando ésta en el lecho de muerte y acompañada por su madre, la cual había realizado un largo camino para conocer a su tan deseada nieta,  le pidió al rey que por favor se volviera a casar, que necesitaban a un varón para reinar y a su madre le pidió otro cosa, que se encargara del cuidado de la pequeña y que cuando fuera mayor le diera esta cadenita para que le recordara, en la cadenita había una medallita de la virgen, una cruz y su anillo de boda.

Y así hicieron. La abuela se quedó al cuidado de su nieta, era su ojito derecho, cualquier cosa que quería o necesitaba su abuela se lo concedía, al igual que su padre, el cual veía en su hija el fiel reflejo de su mujer fallecida. El rey también cumplió la última voluntad de su esposa y volvió a casarse. Era una mujer fría, calculadora, muy ambiciosa y atractiva, que supo embelesar al rey y conseguir de él todo a su antojo.

La princesa se hacía mayor y el padre decidió organizarle una hermosa fiesta de cumpleaños. Para ese día tan especial la abuela tenía preparada una sorpresa, había encargado que le preparan tres vestidos, igual que a su madre, uno de ellos tan dorado como el sol, realizado con hilo de oro traído de otro reino muy lejano; otro tan plateado como la luna y el último y más espectacular, un vestido tan brillante como las estrellas, con piedras preciosas engarzadas, iba a estar espectacular en su gran día.

 Pero no sólo eso, ese día tenía pensado entregarle su gran abrigo que estaba compuesto por trozos de pieles de todos los animales del mundo, era muy llamativo y extraño a la vez, largo, ancho y con una gran capucha para combatir los duros inviernos en palacio. Además también le haría entrega de la cadenita que su madre quería que tuviera cuando fuera mayor, iba a ser una gran sorpresa para la joven princesa.

Cual fue el asombro de la abuela, cuando escuchó a la nueva esposa insistirle al rey de que lo mejor sería que la casaran con el rey de un reino cercano al suyo, que ya tenía una edad y que sería lo mejor para ella. Dicho rey era rico, muy rico, pero también prácticamente un anciano, avaro y maleducado. El rey que en un primer momento no le pareció buena idea, finalmente cedió a las súplicas de su esposa, al día siguiente en su cumpleaños conocería la noticia de su enlace y a su prometido, para que lo antes posible contrajeran matrimonio y de esta forma se librara de la joven princesa.

La abuela aterrada con la idea fue rauda y veloz a avisar a la princesa de lo que iba  a acontecer y le sugirió que lo mejor sería que se fuera, que abandonara el reino, pero antes le dio sus regalos, los tres vestidos, la cadenita de su madre y el abrigo de toda clase de pieles, que además le serviría para taparse al salir de palacio y que nadie le reconociera.

La pobre princesa horrorizada cogió sus regalos y salió corriendo del castillo con su abrigo puesto. Se adentró en el bosque lo más alejado posible para que no le encontrara su madrastra; no sabía hacía donde ir, lo único que podían guiarle eran los astros, con lo que decidió correr durante la noche siguiendo las estrellas y descansar durante el día, bien en lo alto de una rama o algún escondrijo tapada con su abrigo de toda clase de pieles. 

Pasaron los días y la joven ya había perdido la cuenta del tiempo que llevaba fuera de palacio y del lugar en el que se encontraba. Pero un día por la mañana cuando  se estaba quedando dormida escuchó a unos cazadores cerca de allí y de pronto unos perros la rodearon, ella asomó la cabeza para que no disparan. La joven que tenía el abrigo sucio, muy estropeado y la cara completamente tiznada, repetía continuamente “por favor no me matéis que  sólo soy un animalillo asustado que no ha hecho daño a nadie, que no tiene ni padre ni madre, por favor dejadme vivir”. Los cazadores al verla así decidieron llevarla a palacio y que fuera el príncipe y su padre los que decidieran qué hacer con ella. La joven cuando oye que en el palacio había un príncipe se tranquilizó, ya que no era su reino, sin embargo no desveló su identidad por si sus reinos tuvieran alguna relación y cada vez que le preguntaban algo volvía a repetir “sólo soy, un animalillo asustado que no ha hecho daño a nadie, que no tiene ni padre ni madre por favor dejadme ir”.

Cuando llegaron al castillo seguía repitiendo la misma retahíla y sin permitir que nadie le quitara el abrigo o le tocara, parecía como si estuviera loca o hubiera perdido la memoria, con lo cual con ese aspecto, en el único lugar en el que podía trabajar era en la cocina. 

Ella no sabía nada sobre cocina, ya que era princesa, pero el cocinero que era un hombre muy paciente le ayudaba en todo lo que podía, empezó simplemente limpiando y fregando y después poco a poco le fueran otorgando más labores. La joven que seguía sin desvelar su identidad y apenas hablaba, en sus descansos salía de la cocina y de vez en cuando veía al príncipe y pensaba que qué pena que hubiera perdido su estatus de princesa porque el príncipe le gustaba de verdad, era guapo, encantador e imaginaba cómo hubiera sido su vida con él.

El príncipe anunció que iba a hacer una fiesta para elegir esposa, un gran baile que duraría tres noches. A ella le dieron muchos celos porque estaba enamorada del príncipe, pero como ella se las ingenió para enamorar al príncipe a pesar de su anonimato. Después de estar todo el día trabajando en la cocina preparando la fiesta, le pidió al cocinero que por favor le dejara ver cómo era un baile, que nunca lo había visto, el cocinero que era muy amable se lo permitió, pero le dijo que se acordara que el príncipe antes de acostarse se tendría que tomar su caldo, que él estaría muy liado con la fiesta y tendría que ser ella la que se encargara del caldo.

Con lo cual la joven subió a su cuarto se lavó la cara y se puso su vestido tan dorado como el sol y apareció en el baile. El príncipe se quedó asombrado y bailó toda la noche con ella, tanto que su padre le tuvo que llamar la atención para que también bailara con el resto. La joven seguía sin decir quién era o de donde venía, pero el príncipe sabía que era de familia noble por cómo baila y cómo se comportaba. Cuando se terminó el baile la joven subió a su habitación, se tizno la cara y las manos y se puso su abrigo de toda clase de pieles y bajó a la cocina para preparar el caldo al príncipe. El cocinero le dijo que se lo subiera a su cuarto y eso hizo, además se quitó de la cadenita la medalla de su madre, se le echó en el caldo y le dio la taza al príncipe. Éste notó que había algo en la taza, con lo que bajó al cocinero y le preguntó que quién había hecho el caldo y que si no se le había caído nada dentro, el cocinero le dijo que había sido él y que no, que  no se había caído nada dentro.

Al día siguiente volvió a pedir permiso al cocinero, éste le dijo que sí pero que cuidado, que tendría que llevar el caldo al príncipe. En esta ocasión se puso el vestido tan plateado como la luna y el príncipe volvió a quedarse rendido ante su belleza. Cuando se terminó el baile volvió a subir a su cuarto, se tizno cara y manos, se puso el abrigo y bajó a la cocina a por el caldo para llevárselo al príncipe y esta vez le echo la cruz en la taza, le dio el caldo y se marchó. El príncipe buscó en la taza y pensó que esa cruz no podía ser del cocinero; volvió a bajar a la cocina a preguntar al cocinero, pero éste le dio la misma respuesta que el día anterior.

Al día siguiente, el último día de baile el príncipe anunciaría quien sería su prometida, con lo que la joven fue a por todas y se peinó su cabellera rubia haciéndose un magnífico recogido y se puso su vestido más espectacular, aquel que era tan brillante como las estrellas. Cuando llegó al baile el príncipe sólo tuvo ojos para ella, le daba igual lo que le dijera su padre, no dejaba de agarrarla de mano y tocarla, tanto que la joven pensó que no llegaría a tiempo para hacerle el caldo. Se escaqueó como pudo, se puso el abrigo encima del vestido y fue a por el caldo, este día metió dentro el anillo de boda de su madre. 
Fue al cuarto del príncipe y le dio la taza, pero en esta ocasión el príncipe le dijo que se quedara que se había hecho tarde y que mejor se llevara la taza. El príncipe volvió a mirar dentro y le  pregunto que si sabía que era eso, ella sonrojada le dijo que no, él insistió y ella repetía que no sabía que era, hasta que se acercó el príncipe, se lo puso a la altura de rostro y le dijo: “éste es el compañero del anillo que te he puesto yo mientras bailábamos, me has engañado durante tres noches, no sé quiénes son tus padres ni de dónde vienes, pero quiero que nos casemos y seamos felices el resto de nuestra vida”. La joven por supuesto le dijo que sí y se casaron y fueron felices por siempre jamás.

¡Colorín colorado este cuento se ha acabado!

Esta adaptación sería adecuada para alumnos de 5º de Primaria. He mantenido el simbolismo, en referencia a los tres vestidos, el abrigo de toda clase de pieles y la cadenita de la madre con sus objetos; así como los roles de los personajes, aunque haya cambiado su sexo y haya incluido otros nuevos para que lo representen (la abuela o la nueva esposa). Los motivos principales también están presentes como en la historia inicial, la huida como fin de la niñez y la necesidad de tener que buscar su camino sin la ayuda de su familia, para que finalmente pueda conseguir un marido y ser feliz para siempre, como culminación de los deseos conseguidos en la historia.




1 comentario:

  1. ... solo hay una cosa que no has mantenido: la princesa, a pesar de ser joven ya hace uso de su astucia tratando de retrasar el cumplimiento de lo que se padre pretende pidiéndole regalos difíciles. En tu cuento, son regalos de cumpleaños y la huida es inducida por la abuela.
    Aún así es mucho mejor, como adaptación, que el otro relato.

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